viernes, 30 de enero de 2015

Textos Crisis 1898 Comentados


MANIFIESTO DE MONTECRISTI

La guerra no es contra el español que, en el seguro de sus hijos y en el acatamiento a la patria que se ganen, podrá gozar respetado, y aun amado, de la libertad que sólo arrollará a los que le salgan, imprevisores, al camino. Nosotros, los cubanos, empezamos la guerra, y los cubanos y los españoles la terminaremos […]. No hay odio en el pecho antillano, y el cubano saluda en la muerte al español a quién la crueldad del ejército forzoso arrancó de sus casa y su terreno para venir a asesinar en pecho de hombres la libertad que él mismo ansia. Más que saludarlo en la muerte quisiera la Revolución acogerlo en vida, y la República será un tranquilo hogar para todos los españoles laboriosos y honestos, que podrán gozar en ella de la libertad y de los bienes que no habrían de encontrar aún por largo tiempo en la flaqueza, la apatía y los vicios políticos de sus país […]”.

Montecristi, Santo Domingo, 25-03-1895. Firmado por José Martí y Máximo Gómez



El documento, conocido como Manifiesto de Montecristi por el lugar de la Republica Dominicana en que se firmó, recoge el pensamiento de José Martí, líder político de la independencia cubana y fundador del Partido Revolucionario Cubano, quien firma el documento conjuntamente con Máximo Gómez, el líder militar de una guerra que había estallado en febrero de ese mismo año, 1895, con el Grito de Baire, en la zona oriental de la isla.

Expone este fragmento que la guerra tiene como objetivos la libertad e independencia de Cuba, que se ha de constituir en democrática. Ofrece, en esa futura Cuba, libertad y respeto a la propiedad de los españoles, contra los que asegura el manifiesto no sentir ninguna animadversión; por el contrario, se muestra comprensión para el soldado español, sujeto a las quintas forzosas, y se hace una crítica al sistema político español, el de la Restauración.
La guerra de Cuba ya había vivido un primer episodio con la llamada “Guerra Larga” (1868-78), concluida con la Paz de Zanjón. El incumplimiento de lo pactado entonces, la dependencia política y económica de Cuba respecto a la metrópoli y los intereses geoestratégicos estadounidenses, encendieron de nuevo la mecha. José Martín, quien deseaba la construcción de una república independiente y democrática, murió en combate al poco de regresar de su exilio, siendo relevado por Máximo Gómez y Antonio Maceo. En España se intentó primero recurrir a los acuerdos, enviando a Martínez Campos, artífice de la Paz de Zanjón, pero al resultar ya imposible, su sustituto, el general Weyler, optó por la “guerra total”. Su dura actuación con la población civil aumentó los deseos de independencia y alentó la campaña internacional de desprestigio contra España, dirigida por la prensa de EEUU. La intervención de este país tras la voladura de su acorazado, el “Maine”, que declaró la guerra en abril de 1898, y las derrotas en las batallas navales de Cavite (Filipinas) y Santiago de Cuba, desembocaron en la pérdida para España de sus últimas posesiones ultramarinas por el Tratado de paz de París.



LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS




1. Nos encontramos ante un documento iconográfico consistente en una fotografía en blanco y negro tomada el 2 de septiembre de 1899 en el patio del cuartel Jaime I de Barcelona. Es una fuente primaria y su contenido es militar. Se representa a los 33 supervivientes del asedio de Baler, en las Filipinas, tras su regreso a España una vez terminada la guerra. Su finalidad es ensalzar y reconocer la valentía mostrada por los soldados españoles que resistieron 11 meses el cerco de los independentistas filipinos.


2. El 10 de diciembre de 1898 se firmaba en París el tratado por el que España vendía a Estados Unidos, por 20 millones de dólares, el archipiélago filipino. La antigua metrópoli se daba así de bruces con el siglo XX, en el que EE UU empezaba a mostrarse como la gran potencia mundial que es hoy en día. A la hora de estampar esa firma, poco parecía importar que un pequeño batallón de 52 militares españoles tratara todavía de mantener su posición en el país asiático. Lo harían hasta el 2 de junio de 1899, atrincherados en la iglesia de Baler, fecha en la que el líder filipino Emilio Aguinaldo no sólo les perdonaba la vida, sino que reconocía públicamente su valor.

Los diferentes emisarios españoles enviados a Baler para conseguir la rendición de las tropas nacionales no lograron sus propósitos. Una y otra vez los sitiados desconfiaban de los visitantes negándose a deponer las armas. El último en intentarlo fue el teniente coronel Aguilar, mandado por el gobernador general español, quien tuvo que marcharse sin conseguir su objetivo. Sin embargo, al ojear unos periódicos que Aguilar dejó en la iglesia, los sitiados comprendieron que España ya no poseía el control de la isla y que no tenía ya sentido seguir resistiendo en la iglesia. El 2 de junio de 1899 el destacamento de Baler acabó rindiéndose dando fin a 337 días de asedio. 

Las autoridades filipinas aceptaron condiciones honrosas de capitulación y permitieron su paso, sin considerarles prisioneros, hasta Manila, con el presidente filipino Aguinaldo emitiendo un decreto en el que exaltaba su valor. Tras un recibimiento apoteósico en la capital filipina, los supervivientes fueron repatriados a España.



COMENTARIO GRÁFICA MUERTOS CUBA Y FILIPINAS



 
Nos encontramos ante un cuadro estadístico acerca de los militares fallecidos  en la guerra de Cuba y Filipinas entre los años 1895-1898. Se trata de una fuente secundaria, al estar elaborado por el historiador Fernández Almagro en el año 1968, y de temática militar.

En este documento se nos diferencia entre la categoría del militar fallecido (general, oficial y soldado), y por otro lado la causa de la muerte (guerra, heridas, fiebre amarilla, otras enfermedades, travesía).
El análisis del cuadro estadístico es muy sugerente. Por un lado observamos que la mayor parte de los fallecidos son soldados (55.078), mientras que los oficiales son muchos menos (581) y los generales son solo 2. Hasta cierto punto es lógico esta desproporción, ya que el número de soldados es muy superior al de oficiales y generales. Sin embargo, en términos relativos se aprecia que los soldados fallecen en mayor proporción de los que le correspondería por su número.
Por otro lado, también se analizan las causas de los fallecimiento de los militares españoles. A pesar de que estamos hablando de una guerra, sin embargo el principal motivo de la muerte tanto de oficiales como de soldados no son las heridas de guerra (2018 soldados , 141 oficiales y 2 generales), sino que son las enfermedades padecidas durante el conflicto hispano-cubano. En efecto, por enfermedades el número de fallecidos son de 53.000 soldados, 440 oficiales y ningún general). Esto nos hace ver que la verdadera causa de mortandad no fueron los enfrentamientos bélicos, sino por el contrario las enfermedades tropicales que hicieeron mella en gran medida a nuestros militares. Y especialmente a los soldados, ya que si comparamos en términos relativos los soldados y oficiales fallecidos por esta causa la desproporción es enorme.

Estos hechos se explican por las pésimas condiciones que los soldados españoles sufrían en las islas. En un ambiente para el que no estaban adaptados, en contacto con una humedad y calor insoportables, los soldados no`pudieron hacer frente a enfermedades tropicales como la fiebre amarilla, el beri beri, el paludismo, disentería, tuberculosis y otras que hicieron que gran parte de ellos murieran en poco tiempo o quedaran inutilizados para el servicio activo. Además, las condiciones de vida de los soldados con poca alimentación y sin las medicinas adecuadas aumentaron aún más la mortalidad.

Sin duda las condiciones de vida de los oficiales y generales eeran mucho mejores que los de la soldadesca. Por eso y no por su menor número se explica esta desproporción tan acusada entre el número de fallecidos entre una y otra categoría. Su mejor alimentación, cuidados médicos y medicinas hizo disminuir la mortalidad entre los oficiales en comparación con los soldados. Las diferencias entre clases sociales están más que presentes en esta guerra a la hora de morir víctima no de los ataques de los mambises y tagalos, sino por el contagio de enfermedades tropicales o relacionadas con una insuficiente alimentación.



  COMENTARIO ILUSTRACION ACORAZADO MAINE 




La imagen, es una ilustración del acorazado Maine obtenida de un grabado de la prestigiosa revista La Ilustración española y Americana. Esta imagen evoca dos aspectos del tema de interés:

  • Por un lado, la importancia de la modernización naval estadounidense, que desde su guerra de Secesión viene apostando por la doctrina Mahan de buscar la expansión de la influencia norteamericana mediante la hegemonía naval en el Caribe y el Pacifico. En esos momentos ya existían varios proyectos de canal interoceánico, y pocos años más tarde se hizo realidad con el canal de Panamá, bajo el control de los Estados Unidos.
  • Por otra parte, la voladura de este acorazado fue el "pretexto" para acrecentar la campaña de hostilidad entre la opinión pública norteamericana contra España como vieja potencia colonial enemiga de la liberta y opresora de los cubanos y los filipinos, según aparecía reflejado en las campañas de prensa de R. Hearst. Este hecho, del que se acusó a España sin más pruebas, fue el argumento presentado para justificar el ultimátum y comenzar la guerra.



TEXTOS CRISIS 1898

Resolución conjunta del Senado y la Cámara de Representantes de Estados Unidos (18-4-1898)
 
 Considerando que el aborrecible estado de cosas que ha existido en Cuba durante los últimos tres años, en isla tan próxima a nuestro territorio, ha herido el sentimiento moral del pueblo de los Estados Unidos; ha sido un desdoro para la civilización cristiana y ha llegado a un período crítico con la destrucción de un barco de guerra norteamericano y con la muerte de 266 de entre sus oficiales y tripulantes, cuando el buque visitaba amistosamente el puerto de La Habana (…).

El Senado y la Cámara de Representantes, reunidas en Congreso, acuerdan:

Primero: Que el pueblo de Cuba es y debe ser libre e independiente.

Segundo: Que es deber de los Estados Unidos exigir, y por la presente su gobierno exige, que el gobierno español renuncie inmediatamente a su autoridad y gobierno en Cuba y retire sus fuerzas terrestres y navales de las tierras y los mares de la isla.

Tercero: Que se autoriza al presidente de los Estados Unidos y se le encarga y ordena que utilice todas las fuerzas militares y navales de los Estados Unidos (…) en el número que sea necesario para llevar a cabo estos acuerdos.

Cuarto: Que los Estados Unidos, por la presente, niegan que tengan ningún deseo ni intención de ejercer jurisdicción ni soberanía, ni intervenir en el gobierno de Cuba, si no es para su pacificación, y afirman su propósito de dejar el dominio y gobierno de la isla al pueblo de esta, una vez realizada dicha pacificación”.

 
                 El Tratado de Paz de París (10-12-1898)
Art. 1. España renuncia a todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba. En atención a que dicha isla, cuando sea evacuada por España, va a ser ocupada por los Estados Unidos, los Estados Unidos mientras dure su ocupación, tomarán sobre sí y cumplirán las obligaciones que por el hecho de ocuparla les impone el derecho internacional, para la protección de vidas y haciendas.

Art. 2. España cede a los Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las demás que están ahora bajo la soberanía en las Indias Occidentales, y la isla de Guam en el archipiélago de Las Marianas.

 Art. 3. España cede a los Estados Unidos el archipiélago conocido por las islas Filipinas. Los Estados Unidos pagarán a España la suma de veinte millones de dólares dentro de los tres meses después del canje de ratificaciones del presente tratado.

 Aprobado por el Senado Estadounidense el 6 de febrero de 1899.


Análisis de la crisis de 1898



Fácil no es adelantar que las grietas que iban abriéndose en el sistema tradi­cional se ahondaron hasta producir una especie de seísmo en 1898, es decir, cuando el Estado español pasó por el trance de perder los restos de su imperio colonial. 1898 sirve de punto de referencia, para fijar la crisis que se abre. Crisis que es evidente en lo que se refiere al sistema colonial sobre el que todavía se apoyaba gran parte de la vieja España, de donde procede un «saneado» sector de la acumulación primitiva del capitalismo español; pero también la permanencia de aquellas colonias galvanizaba la “ideología de consolación” que daba una falsa conciencia de dominadores y «civilizadores» cuando en realidad se estaba en una situación marginal a la Europa de entonces.
La crisis era también el sistema político de la Restauración, en cuanto a él Incumbía la responsabilidad de haber dirigido el país durante un cuarto de siglo. Las catástrofes navales de Cavite y Santiago, el armisticio de agosto de 1898, el tratado de París de diciembre del mismo año, son como el fulminante que transforma la crisis potencial en crisis efectiva y abierta. Dicho de otro modo: la crisis estructural existente (crisis latente, como son siempre las estructurales) se transformaba en crisis abierta, en coyuntura conflictiva, al aplicársele el «detonador» de los acontecimientos de 1898. El 98 marca, pues, un punto de ruptura, sobre todo en dos aspectos esenciales:


a) El dominio colonial
b) La hegemonía ideológica de la oligarquía.


He aquí dos hechos históricos que cesarán de tener vigencia a partir de aquella coyuntura.


Tuñón de Lara, Manuel (1986): España: la quiebra de 1898, Madrid, SARPE, p. 25-26.





Sobre la crisis de 1898


Entre la emancipación de los grandes Virreinatos americanos y el 98, la Monarquía española estuvo integrada por el territorio peninsular y por un amplio conjunto de islas y enclaves repartidos por zonas distintas y distantes entre sí.



Si se relaciona la debilidad del Estado -apenas industrializado y escasamente modernizado- con la dispersión de sus territorios, no debe extrañar que su posición internacional fuese muy insegura. España se veía implicada en, al menos, tres grandes problemas internacionales. Primero, el del estrecho de Gibraltar, donde competían Francia e Inglaterra; luego, el de las Antillas, donde los anglo franceses no podían frenar la expansión norteamericana y por, último, el del Pacífico, donde todas las potencias competían por sus ricos mercados.



A la hora de hacer frente a esos problemas, la iniciativa española quedaba condicionada por la política de tres poderosos vecinos: en Europa, Francia e Inglaterra; en América, Estado Unidos. Para Europa, los gobernantes españoles habían acuñado el principio: “Cuando Francia e Inglaterra marchen juntas, seguirlas; cuando no, abstenerse”. Para el Caribe habían confiado en la fuerza de la determinación franco-británica de mantener el statu quo. Pero, a fines del siglo XIX, ni Francia e Inglaterra marchaban juntas, ni parecían dispuestas a frenar a Estados Unidos en el Caribe.



El régimen de la Restauración no había sido capaz de proporcionar a España una posición Internacional más firme. Ni Cánovas ni Sagasta fueron capaces de sustraer la política exterior a una muy difícil relación con la III República. [ ... ]



Tanto conservadores como liberales cometieron un grave error: no percibieron el sentido de la transformación del sistema internacional y de la vinculación entre los problemas europeos y los problemas coloniales. No analizaron correctamente los intereses y las tendencias de las grandes potencias; siguieron confiando en que la defensa del principio monárquico podría proporcionarles apoyos internacionales en los momentos de peligro.


Torre del Río, Rosario de la (1998): «A merced del huracán», La aventura de la historia, núm. 2, p. 90-9 1.