EL INCIDENTE DEL CU-CUT
“Barcelona, 25 (5 tarde).
Anoche, a primera hora, gran número de oficiales del ejército,
molestados por las caricaturas y artículos que publicaba la prensa
catalana, se reunieron en número de más de 200 en la plaza real;
comenzaron a dar vivas a España y desde allí marcharon a la
imprenta del semanario catalanista Cu-Cut (…).
Desde allí marcharon a la calle
del cardenal Casañas, donde se encuentra la redacción del mismo
periódico y renovaron la escena sacando los muebles y prendiéndoles
fuego, apaleando a los que encontraban dentro y obligándoles a
gritar ¡”Viva España”!.
Los oficiales marcharon después
a las ramblas de las Flores, donde se encuentra el periódico de La
Veu. Entraron también en la redacción, sacaron gran cantidad de
muebles y de prensa, prendiéndoles fuego igualmente. En la redacción
dieron varios sablazos, obligando a los que allí estaban a gritar
¡”Viva España”! Todo lo destrozaron respetando tan sólo el
escudo de Cataluña, diciendo que Cataluña era una provincia
española.
De resultas de los sablazos que
dieron hay varios heridos. Uno de ellos, grave. El gobernado militar,
capitán general interino, acudió ante la redacción de La Veu,
dirigióse a los militares y les obligó a que se retirasen al
gobierno militar. Se ha mandado instruir sumario, habiéndose
nombrado juez especial al comandante señor Gotarredona Mencheta”.
El Imparcial, 27 de noviembre
de 1905.
«La
Conferencia de Algeciras fue una solución intermedia. Francia y
España fueron a ella para hacer imperar la idea de que sólo a ellas
correspondía efectuar las gestiones que fueran precisas, relativas a
implantar en Marruecos. Alemania quería hacer de Marruecos un
problema internacional.
La
solución había sido internacionalizar aquellas cuestiones que
afectaban a intereses económicos generales, y reconocer para todas
las demás (Policía, contrabando, etc.) una posición privilegiada a
Francia y España...
De
Algeciras salió fortalecida la amistad de Francia, Gran Bretaña,
Rusia y España. Italia comenzaba a mostrar frialdad en sus
relaciones con Alemania, que sólo había conseguido poner un
obstáculo al desarrollo de la acción que Francia había emprendido
en el Imperio de Marruecos. Éste continuaría descomponiéndose...
No quedaba, pues, en Algeciras liquidada, ni siquiera encauzada, la
cuestión marroquí.»
HERNÁNDEZ
DE HERRERA,
C.: Acción
de España en Marruecos. En
GARCÍA
NIETO,
Bases
documentales de la España Contemporánea, Madrid,
1972.
Considerando
que la guerra es una consecuencia fatal del régimen de producción
capitalista. Considerando, además, que dado el sistema español de
reclutamiento del ejército, sólo los obreros hacen la guerra que
los burgueses declaran.
La asamblea
protesta enérgicamente:
1. Contra la
acción del gobierno Español en Marruecos.
2. Contra los
procedimientos de ciertas damas de la aristocracia, que insultaron el
dolor de los reservistas, de sus mujeres y de sus hijos, dándoles
medallas y escapularios en vez de proporcionarles los medios de
subsistencia que les arrebatan con la marcha del jefe de la familia.
3.
Contra el envío a la guerra de los ciudadanos útiles a la
producción y en general, indiferentes al triunfo de la cruz sobre la
media luna, cuando se podrían formar regimientos de curas y de
frailes que, además de, estar directamente interesados en el éxito
de la religión católica no tienen familia, ni hogar, ni son de
utilidad alguna al país.
4.
Contra la actitud de los diputados republicanos que, ostentando el
mandato del pueblo, no han aprovechado la inmunidad parlamentaria
para ponerse al frente de las masas en su protesta contra la guerra:
Y
compromete a la clase obrera a concentrar todas sus fuerzas, por si
se hubiera de declarar la huelga general para obligar al gobierno a
respetar los derechos que tienen los marroquíes a conservar intacta
la independencia de su patria.
Moción
de la asamblea obrera de Tarrasa (21
de Julio de 1909)
“...
Se lo explicaré un poco. El lunes comenzó una huelga general a
consecuencia del descontento por lo de Melilla y fue aceptada por
todo el mundo. Todo el mundo cerró y dejó de trabajar a gusto... Al
no saber qué hacer el martes para alborotar, al menos en nuestro
barrio, comenzó la diversión de quemar iglesias, y aquella tarde
toda Barcelona estaba en as azoteas mirando los fuegos. Una cosa
verdaderamente nueva y curiosa. Se veía el gran fuego de los
escolapios que tapaba medio horizonte; era un día de fiesta; arriba,
en los terrados, la gente bailaba y se pasó el tiempo sin disparar
un tiro... Todos se fueron a casa y allí se han estado muy
tranquilos.
El miércoles se empezaron
barricadas, al no saber qué hacer y se abrió también el fuego de
los civiles. En el Portal Nou hubo una verdadera batalla... Fueron
llegando tropas y, conseguidos los barrios del centro, se dirigieron
a las afueras. En el Paralelo y el Poble Nou cañonearon a las
multitudes que recibían la metralla sin un grito. Si el martes los
lerrouxistas en el Ayuntamiento proclaman la república y se ponen al
frente, las tropas, seducidas por el pueblo, hubieran seguido y ahora
todavía tendríamos el alboroto. Yo lo habría preferido a esta
revuelta sangrienta sin una palabra ni una idea”.
Carta
remitida por Pijoán a D. Juan Maragall.
“A
todos los que la presente vieren y entendieren, sabed que las Cortes
han decretado y Nos sancionado lo siguiente: Articulo único: No se
establecerán nuevas Asociaciones pertenecientes a órdenes o
Congregaciones religiosas canónicamente reconocidas, sin la
autorización del Ministerio de Gracia y Justicia consignada en Real
Decreto, que se publicará en la «Gaceta de Madrid», mientras no se
regule definitivamente la condición jurídica de las mismas.
No
se concederá dicha autorización cuando más de la tercera parte de
los individuos que hayan de formar la nueva Asociación sean
extranjeros.
Si en el plazo de dos años no
se publica la nueva ley de Asociaciones, quedará sin efecto la
presente ley...”
YO
EL REY
El Presidente del Consejo de
Ministros, José Canalejas.» «GACETA
DE MADRID» n°- 362, 28 de diciembre de 1910.
«A propuesta del Ministerio de
Gobernación, y de acuerdo con mi Consejo de Ministros Vengo a
decretar lo siguiente:
Art.
1º
Para fines exclusivamente administrativos que sean de la competencia
de las provincias, podrán éstas mancomunarse... Las Corporaciones
solicitadas o requeridas por la entidad iniciadora de la constitución
de la Mancomunidad, cuando estén dispuestas a concertarse,
designarán sus representantes y una vez reunidos procederán éstos
a la redacción del oportuno proyecto... Las Mancomunidades serán
siempre y constantemente voluntarias, pudiendo concretarse a plazo
fijo o por tiempo indefinido...
El
Gobierno, por Real Decreto acordado en Consejo de Ministros, a
propuesta del de la Gobernación, podrá ordenar la disolución de la
Mancomunidad, siempre que en sus acuerdos y propuestas resulte
infringida alguna ley del Reino, o cuando de aquéllas pueda
inferirse algún peligro para el orden público o de los altos
intereses de la Nación.
Las
Mancomunidades, una vez constituidas, podrán solicitar delegación
de servicios determinados y facultades propias de la Administración
Central. La propuesta será elevada al Gobierno, y en ningún caso
podrá ésta resolverse sin obtener antes de las Cortes una ley
especial de concesión.
Art. 2°- El Gobierno dará
cuenta de este decreto a las Cortes en la primera sesión que
celebren. Dado en Palacio a dieciocho de diciembre de mil novecientos
trece.»
ALFONSO
XIII.
El
Ministro de la Gobernación, JOSÉ
SÁNCHEZ GUERRA. Gaceta
de Madrid,
19-XII-1913.
FRACASO
DEL RÉGIMEN LIBERAL. ESCUELA Y
DESPENSA. 1912.
Después
de medio siglo de asonadas, pronunciamientos, manifiestos,
revoluciones, fusilamientos, cambios de régimen y de dinastía,
proclamación de Constituciones...el régimen liberal ha hecho
bancarrota.
¿Y
sabéis por qué? Porque esa libertad no se cuidaron más que de
escribirla en la “Gaceta”, creyendo que a eso se reducía todo;
porque no se cuidaron de afianzarla dándole cuerpo y raíz en el
cerebro y en el estómago: en el cerebro, mejorando y transformación
honda de la agricultura y mediante la difusión de la propiedad
territorial, elevando a los braceros a la condición de
terratenientes.
No
vieron que por encima de todas las Constituciones y de todos los
derechos individuales y de todas las urnas electorales, el que tiene
la llave del estómago tiene la llave de la conciencia, y, por tanto,
el que tiene el estómago dependiente de ajenas despensas no puede el
día de las elecciones votar a quien quiere. El que no sabe es como
el que no ve, y el que no ve tiene que ir conducido por lazarillo a
donde el lazarillo quiera llevarle…
COSTA,
J.: La tierra y la
cuestión social. 1912.
LA
POSTURA DEL GOBIERNO ANTE LA
PRIMERA GUERRA MUNDIAL
El
Gobierno de S.M., respondiendo a la cortés invitación de la minoría
de la conjunción republicano-socialista, tiene una verdadera
satisfacción al manifestar ante el Congreso que persevera en la
actitud de neutralidad que, con ardoroso aplauso del país, adoptó
desde el momento en que le fue conocida la declaración de guerra
entre naciones con todas las cuales las relaciones eran de una
sincera y leal amistad.
La Nación Española, que no ha
recibido de ellas el menor agravio y que es totalmente extraña a las
causas que hayan podido producir el actual pavoroso conflicto,
desea verse alejada de los horrores de la guerra y a esto tiene un
derecho incuestionable, siendo por todo extremo satisfactorio
observar que la neutralidad en que se ha colocado es respetada y ha
sido reconocida como muy legítima y prudente por las mismas naciones
beligerantes, las cuales han honrado a nuestros embajadores y
ministros en el extranjero confiándoles la representación que
tenían que abandonar de los derechos e intereses de sus súbditos.
Discurso de Eduardo Dato al Congreso de los
Diputados (5 de noviembre de 1914)
“Lo primero que debe tenerse
presente en esta cuestión es que la neutralidad de España no ha
sido ni es una neutralidad libre, declarada por el Gobierno y
aceptada por la opinión después de maduro examen de todas las
conveniencias nacionales, sino neutralidad forzosa, impuesta por
nuestra indefensión, por la carencia absoluta de medios militares
capaces de medirse con los ejércitos europeos (…). De manera que,
aunque la independencia de España, la integridad de su suelo, el
porvenir de la Patria hubiesen estado pendientes de nuestra
intervención armada, nosotros hubiéramos tenido que renunciar a
nuestra independencia, a nuestra integridad, a nuestro porvenir, por
falta de elementos para ponerlo a salvo”.
Azaña, Manuel:
“Los motivos de la germanofilia”, conferencia en el Ateneo de
Madrid, 25-5-1917.
1917
“A los trabajadores españoles
y al país en general:
La huelga general de 18 de
diciembre último debía haber producido alguna atenuación de los
males. Mas cada día que pasa representa para el proletariado una
agravación creciente de la miseria ocasionada por la carestía de
las subsistencias y por la falta de trabajo…
El
proletariado organizado ha llegado así al convencimiento de la
necesidad de la unificación de sus fuerzas en una lucha común
contra los amparadores de la explotación erigida en sistema de
gobierno. Y respondiendo a este convencimiento, los
representantes de la Unión General de Trabajadores y los de la
Conferencia Nacional del Trabajo han acordado por unanimidad:
Primero:
Que en vista del examen detenido y desapasionado que los firmantes de
este documento han hecho de la situación actual y de la actuación
de los gobernantes y del Parlamento; no han encontrado, a pesar de
sus buenos deseos, satisfechas las demandas formuladas por el último
Congreso de la Unión General de Trabajadores y Asamblea de Valencia,
y con el fin de obligar a las clases dominantes a aquellos cambios
fundamentales del sistema que garanticen al pueblo el mínimo de las
condiciones decorosas de vida y de desarrollo de sus actividades
emancipadoras, se impone que el proletariado español emplee la
huelga general, sin plazo definido de terminación, como el arma más
poderosa que posee para reivindicar sus derechos.
Tercero.
Que los abajo firmantes, debidamente autorizados... se consideran en
el deber de realizar todos los trabajos conducentes a organizar y
encauzar debidamente el movimiento, así como también de determinar
la fecha en que debe ponerse en práctica, teniendo en cuenta las
condiciones más favorables para el triunfo de nuestros propósitos.”
La
Asamblea adopta los siguientes acuerdos:
a)
La política del actual Gobierno (...) constituye a la vez un agravio
al Parlamento y un obstáculo a que las ansias de renovación que
siente el país puedan obtener normal satisfacción.
b)
Que habiendo declarado el Gobierno y los partidos que tienen mayoría
en las actuales Cortes, que éstas no pueden actuar en funciones de
Constituyentes, y considerando la Asamblea que urge deliberar y
resolver sobre la organización del Estado, la autonomía de los
municipios y los demás problemas que las circunstancias plantean con
apremio inaplazable para la vida del país, entiende que es
indispensable la convocatoria de nuevas Cortes con funciones de
Constituyentes.
c)
Que para que el país pueda manifestar libremente su opinión, y el
pueblo no vea cerrada toda esperanza de que su voluntad sea conocida
y respetada, las Cortes Constituyentes no puedan ser convocadas por
un gobierno de partido, que fatalmente seguiría los habituales
procedimientos de adulteración del sufragio, sino por un Gobierno
que encarne y represente la voluntad soberana del país.
d)
Que es indispensable que el acto realizado por el Ejército el día 1
de junio vaya seguido de una profunda renovación de la vida pública
española, emprendida y realizada por los elementos políticos; (...)
El acto
de Barcelona descrito
por los parlamentarios. Narración expuesta en hoja
clandestina por los asambleístas.
(19 de julio de 1917)
Se
provoca un conflicto ferroviario por el despido de algunos
trabajadores, y el Gobierno ofrece su mediación y el director de la
Compañía se aviene a parlamentar con el personal, pero a condición
de que no se trate de la cuestión que ha sido precisamente objeto
del conflicto. Estos recursos vergonzosos, disfrazados en el lenguaje
de la decadencia nacional con el nombre de habilidades, los rechaza
de una vez para siempre el proletario español, en nombre de la
moralidad y del decoro nacionales.
Los
ferroviarios españoles no están solos en la lucha. Los acompaña
todo el proletariado, organizado en huelga desde el día 13. Y esta
magna movilización del proletariado no cesará hasta no haber
obtenido las garantías suficientes de iniciación del cambio del
Régimen, necesario para la salvación de la dignidad y del decoro
nacionales.
Pedimos
la constitución de un gobierno provisional que asuma los poderes
ejecutivos y moderador y prepare, previas las modificaciones
imprescindibles en una legislación viciada, la celebración de
elecciones sinceras de unas Cortes constituyentes que aborden, en
plena libertad, los problemas fundamentales de la constitución del
país. Mientras no se haya conseguido este objetivo, la organización
obrera española se halla absolutamente decidida a mantenerse en su
actitud de huelga.
Ciudadanos,
no somos instrumentos de desorden, como en su impudicia nos llaman
con frecuencia los gobernantes que padecemos. Aceptamos una misión
de sacrificio por el bien de todos, por la salvación del pueblo
español, y solicitamos vuestro concurso. ¡Viva España!
Francisco
Largo Caballero, Daniel Anguiano
Julián Besteiro y Andrés Saborit.
12 de agosto
1917.
«
El pacto con el Raisuni* será respetado. Entre los mil rumores que
vienen circulando estos días había uno de extraordinaria
consideración. Se decía que la nueva situación estaba decidida a
romper el pacto con el Raisuni, lo cual acaso significaría el
inmediato desencadenamiento de la guerra en la zona occidental.
Hacemos conocer este rumor al general Primo de Rivera, y nos contesta
rápidamente:
-Eso
es completamente falso. Se trata de un pacto, de una palabra, de un
compromiso contraído por el Estado español, y nosotros no podemos
faltar a él. Sea cual fuere el resultado del contrato hecho con el
Raisuni, la gloria o la culpa será de los que lo hicieron; pero
nosotros no podemos romper un compromiso seriamente sellado en
nombre de España.
Las próximas operaciones en la
zona Oriental -prosigue el presidente del Directorio- no hay más
remedio que operar. No es éste el caso del Raisuni. No vamos a
pactar con un rebelde como Abd-el Krim, que a todo intento pacífico
responde construyendo trincheras para asesinar impunemente a
nuestros soldados. El Ejército no quiere guerra; pero sí necesita
establecer sólidamente su prestigio ante el enemigo. Pasaremos por
Annual; digo que pasaremos, y no digo que vayamos a establecer allí
una posición. Veremos lo que se hace; pero una vez que nuestras
tropas hayan pasado por Annual, el honor del Ejército queda
satisfecho.»
El
Sol, Madrid, 16 de septiembre de 1923.
*
Viejo dirigente de la insurrección rifeña, en aquellos momentos
aliado de España.
EL
DESASTRE DE ANNUAL
«El
Rey se hallaba ansioso de un éxito espectacular que le permitiera
verse libre de una vez del Parlamento. Los lentos métodos de
penetración política en el Rif le impacientaban, y decidióse a
dirigir él mismo, por encima del Ministerio de la Guerra, las
operaciones. Envió allí a Silvestre, un general de caballería,
cuyo estilo brusco y temerario Alfonso XIII admiraba. Silvestre debía
marchar al frente de su columna atravesando el Rif, desde Melilla,
sobre Alhucemas: unos 64 kilómetros. (...) Pero (...) la columna de
Silvestre, que había avanzado sin ninguna precaución, fue copada en
Annual por las fuerzas rifeñas de Abd-el-Krim, mucho más reducidas.
Hubo diez mil muertos, cuatro mil prisioneros y cayeron en su poder
todos los fusiles, ametralladoras, artillería y aviones. Raro fue el
que consiguió escapar. El propio general Silvestre se suicidó. Una
semana o dos más tarde, la posición fortificada de Monte Arruit
tuvo que rendirse. Su guarnición, de unos siete mil hombres, fue
exterminada y los oficiales, cargados de cadenas, guardados para el
rescate. La misma Melilla se vio a punto de caer. (...) Pero ciertas
informaciones no pudieron hacerse públicas: por ejemplo la carta del
Rey al (general) Silvestre (...) en la que le ordenaba: «Haz como yo
te digo y no hagas ningún caso del Ministro de la Guerra que es un
imbécil»».
EL EXPEDIENTE PICASSO
Se abandona la posición con
todos sus elementos, sin órdenes, sin instrucciones, con prisas, sin
conocer plan ni dirección, revueltas las fuerzas, confundidas, sin
jefes, puede decirse, acosados por el enemigo y sin más idea visible
que la de la salvación individual por la huida, vergonzosa en unos,
inexplicable en otros y lamentable en todos, siendo inútiles los
esfuerzos de unos cuantos para contener esta avalancha, que tan
impremeditadamente se había dejado desbordar.
Es imposible hacer la
descripción exacta de este momento de pánico, descrito de tan
diversos modos por los diferentes testigos, que de ello no se saca
más que una triste impresión de dolor.
EL
TRATADO DE ALGECIRAS DE 1906
«La
Conferencia de Algeciras fue una solución intermedia. Francia y
España fueron a ella para hacer imperar la idea de que sólo a ellas
correspondía efectuar las gestiones que fueran precisas,
relativas a implantar en Marruecos. Alemania quería hacer de
Marruecos un problema internacional.
La
solución había sido internacionalizar aquellas cuestiones que
afectaban a intereses económicos generales, y reconocer para todas
las demás (Policía, contrabando, etc.) una posición privilegiada a
Francia y España...
De Algeciras salió fortalecida
la amistad de Francia, Gran Bretaña, Rusia y España. Italia
comenzaba a mostrar frialdad en sus relaciones con Alemania, que
sólo había conseguido poner un obstáculo al desarrollo de la
acción que Francia había emprendido en el Imperio de Marruecos.
Éste continuaría descomponiéndose... No quedaba, pues, en
Algeciras liquidada, ni siquiera encauzada, la cuestión
marroquí.»
HERNÁNDEZ
DE HERRERA, C.:
Acción
de España en Marruecos. En
GARCÍA
NIETO,
Bases
documentales de la España Contemporánea, Madrid,
1972.
[
... ] España, resquebrajada, se rompió; las convulsiones económicas
consolidaron una crisis social latente; burguesía y
proletariado quedaron como mundos antagónicos. Las clases
conservadoras radicalizaron su postura hacía una reacción
violenta; con una conciencia política ya formada, los
revolucionarios se lanzaron abiertamente a la conquista del
poder. La crisis social desembocó en una crisis política y el país
vivió su primera gran sacudida revolucionaria. El año 1917 pudo ser
el fin de la Monarquía; ésta se salvó, aunque sólo aparentemente
[ ... ]
Toda
la agitación que ha sacudido la vida española en 1917 en los que la
Corona pasa por momentos de tal inestabilidad que hacen peligrar su
permanencia. Este pudo ser el final histórico de la Monarquía;
soluciones de urgencia la salvaron «formalmente», pero como
organismo vivo había dejado de existir. A lo largo de la crisis no
sólo se produce el final de la Monarquía constitucional, la
consunción definitiva del sistema canovista de la Restauración,
sino se verifica, también, el fin de la Monarquía como órgano
moderador; las fuerzas en juego en especial, el Ejército
pasan a ser las auténticas conductoras de la vida del país. A
partir de entonces, la Monarquía es un fantasma, mantenido y
utilizado interesadamente por ciertos grupos; cuando estos la
abandonen (y así ocurre en abril de 1931) se volatizará de repente.
Lacomba
Avellán, Juan Antonio
(1970): La crisis española de 1917, Madrid, Ciencia Nueva, p. 15, 16
y 287.
EL PROBLEMA NACIONAL, SEGÚN ORTEGA Y
GASSET. 1921.
No
he comprendido nunca por qué preocupa el nacionalismo afirmativo de
Cataluña y Vasconia y, en cambio, no causa pavor el nihilismo
nacional de Galicia o Sevilla. […] El propósito de este ensayo es
corregir la puntería del pensamiento político al uso, que busca el
mal radical del catalanismo y bizcaitarrismo en Cataluña y Vizcaya,
cuando no es allí donde se encuentra. ¿Dónde, pues? Para mí esto
no ofrece duda; cuando una sociedad se consume víctima del
particularismo, puede afirmar que el primero en mostrarse
particularista fue precisamente el Poder central. Y esto es lo que ha
pasado en España. Castilla ha hecho a España, y Castilla la ha
deshecho.
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