1. INTRODUCCIÓN
2. EL IMPERIO COLONIAL ULTRAMARINO
ESPAÑOL.
3. CAUSAS DE LA GUERRA
a. Causas económicas
b. Causas políticas
c. Causas ideológicas
d. El dilema de la guerra para España
4. EL DESARROLLO DE LA GUERRA Y LA
INTERVENCIÓN NORTEAMERICANA
a. Antecedentes
b. Desarrollo de la guerra: 1895-98
c. Intervención norteamericana: 1898
d. Tratado de París
5. CONSECUENCIAS DE LA GUERRA
.
6.
LA CRISIS DE 1898 Y EL MOVIMIENTO REGENERACIONISTA
7.
CONCLUSIONES
1. INTRODUCCIÓN
Entre
1789 y 1843 se produce la descalificación internacional de España como
consecuencia de la emancipación americana, la debilidad del nuevo estado
burgués y la pobreza de ideas de la minoría dirigente.
En el marco de la segunda fase de la revolución industrial se
asiste a una nueva distribución colonial que el derecho internacional
favorecía, facilitando el reparto del mundo entre Gran Bretaña, Francia,
Alemania, Japón y Estados Unidos. El imperialismo norteamericano, necesitado de
nuevos mercados en donde colocar los excedentes de producción y de capital fijó
su atención en los territorios del Pacífico y del Caribe. Frente al desigual
choque hispano-norteamericano, las grandes potencias europeas se inhibirán.
A pesar de la envergadura del “desastre” y de su significado
simbólico, sus repercusiones inmediatas fueron menores de lo que se esperaba.
No hubo una gran crisis política, como se había vaticinado, ni la quiebra de
Estado, y el sistema de la Restauración sobrevivió al “desastre” consiguiendo
la pervivencia del turno dinástico.
2. EL IMPERIO COLONIAL ULTRAMARINO ESPAÑOL.
Tras
la pérdida de América continental a principios del siglo XIX, los restos del
imperio colonial español consistían en las dos grandes islas del Caribe (Cuba y
Puerto Rico), las islas Filipinas en el Pacífico y un conjunto de islotes y
archipiélagos dispersos en este océano.
El
proceso de separación de estos territorios de España comenzó en la segunda
mitad del siglo XIX. Cuba y Puerto Rico
presentaban rasgos coloniales similares: su economía se basaba en la
agricultura de exportación (azúcar de caña y tabaco) aportando beneficios a la economía española.
Para
sectores muy influyentes, como los industriales textiles catalanes, el
comercio con Cuba era esencial.
España obligaba a Cuba a comprar los
productos metropolitanos y a pagar elevados impuestos. Sin embargo, la economía
cubana había evolucionado en el sentido de que cada vez tenía mayor relación
con Estados Unidos, al que enviaba casi
el 90% de las exportaciones. En 1891,
la decisión de imponer fuertes aranceles al comercio cubano con EE.UU. aumentó
las tensiones, además Cuba estaba obligada a comprar los productos textiles
catalanes y harinas castellanas a altos
precios (cuando podían comprarlos más baratos en EE.UU). Tampoco podían
exportar azúcar a Europa a partir de 1870, ni tenían derecho a un autogobierno.
En
las islas Filipinas, en cambio,
había poca población española y escasez de inversiones de capitales por parte
de España. Durante tres siglos la soberanía se había ejercido gracias a la
fuerza militar y a la fuerte presencia de órdenes religiosas.
3. CAUSAS DE LA GUERRA
Con la Paz de Zanjón
(1878) se abole la esclavitud y se establecen representantes en las
Cortes. Con esta paz parecía que los problemas se habían solucionado, pero
seguían latentes. Como se dijo, el
comercio cubano se orientaba cada vez más hacia los Estados Unidos, que habían
realizado grandes inversiones de capital en la isla, especialmente en la
industria azucarera. Añádase a esto el que España anduviera remisa a cumplir
los acuerdos pactados en Zanjón y se tendrán dos elementos fundamentales a la
hora de entender el recelo y la hostilidad que se suscitó en la isla contra la
metrópoli.
a. Causas Económicas
Hasta la regencia de María Cristina de Habsburgo, tiempo en
que se consumó la independencia de las islas del Caribe, Cuba había sido una
colonia muy especial, más rica incluso que la metrópoli en muchos aspectos
desde el
primer tercio del siglo XIX, momento en el que se implanta en la isla una nueva forma de explotación basada en el sistema de plantaciones, especialmente de azúcar, tabaco y café. De la prosperidad cubana habla, a título de ejemplo, el primer ferrocarril que funcionó en España, que no fue, contra lo que se suele creerse, el de Barcelona-Mataró, sino el de La Habana-Güines.
primer tercio del siglo XIX, momento en el que se implanta en la isla una nueva forma de explotación basada en el sistema de plantaciones, especialmente de azúcar, tabaco y café. De la prosperidad cubana habla, a título de ejemplo, el primer ferrocarril que funcionó en España, que no fue, contra lo que se suele creerse, el de Barcelona-Mataró, sino el de La Habana-Güines.
Como ya se vio, Cuba tenía que pagar aranceles para la
exportación de su producción; esto perjudicaba a los cubanos, sobre todo a los
criollos y a los norteamericanos. Para las oligarquías económicas (criollas o
norteamericanas), el interés era también manifiesto, toda vez que a partir de
la
presidencia de McKinley la economía cubana había entrado progresivamente en la órbita económica de los Estados Unidos. El desarrollo del mercado norteamericano, la proximidad a la isla de Cuba y la capacidad de la economía norteamericana para absorber la producción cubana hacían de los Estados Unidos el mercado natural de la isla. No es extraño, pues, que, en virtud de esta situación, la derrota española en Santiago de Cuba viniera a confirmar de otra manera lo que era ya un hecho económico: que la vinculación y dependencia de la producción de la isla respecto del mercado de EEUU había desplazado a nuestro país del centro de los intereses económicos de la burguesía cubana.
presidencia de McKinley la economía cubana había entrado progresivamente en la órbita económica de los Estados Unidos. El desarrollo del mercado norteamericano, la proximidad a la isla de Cuba y la capacidad de la economía norteamericana para absorber la producción cubana hacían de los Estados Unidos el mercado natural de la isla. No es extraño, pues, que, en virtud de esta situación, la derrota española en Santiago de Cuba viniera a confirmar de otra manera lo que era ya un hecho económico: que la vinculación y dependencia de la producción de la isla respecto del mercado de EEUU había desplazado a nuestro país del centro de los intereses económicos de la burguesía cubana.
b. Causas políticas
El interés e intervencionismo directo de Estados Unidos en la
zona era evidente. En las elecciones de 1.897 fue elegido presidente el
republicano McKinley. Estados Unidos ya era una potencia mundial y estaba
construyendo su imperio colonial. Los norteamericanos necesitaban nuevos
mercados en donde colocar los excedentes de producción e invertir su capital.
Estados Unidos se apoyaba en diversas teorías como la doctrina Monroe (“América para los americanos”) para justificar su
intervención en los países latinoamericanos. Las áreas de expansión de Estados
Unidos eran el Pacífico y el Caribe, con el proyecto de unirlas mediante el
canal de Panamá (efectuada en 1903).
c. Causas
ideológicas
A la hora de entender el porqué de la popularidad del
problema cubano en España, en Cuba y en los Estados Unidos, conviene tener en
cuenta algunos datos objetivos acerca de los vínculos no sólo culturales sino
familiares, económicos y sociales entre España y las islas de las Antillas.
Cuba y Puerto Rico eran sentidas desde la Península de manera similar a como
eran las Baleares o las Canarias. No obstante, para tener previamente una idea
más exacta de la situación conviene tener en cuenta cómo era percibido el
conflicto por la “otra parte”, los rebeldes cubanos y los Estados Unidos: como
guerra de liberación e independencia por los primeros y como imperialistas los
segundos.
En Cuba, la guerra independentista era un fenómeno popular
entre las clases inferiores, especialmente entre los campesinos. La lucha de
los mambises (guerrilleros) contra España se hacía para mejorar su situación
económica y social, que a su entender tenía que pasar por la independencia
nacional de Cuba, a ejemplo de la Guerra de Independencia norteamericana
emprendida por las Trece Colonias contra los ingleses en el siglo XVIII. El
ejemplo y el apoyo de este país contribuyeron a incrementar y a hacer más
popular el alzamiento entre los criollos.
Por cuanto se refiere a los campesinos, el recuerdo de la
esclavitud y la persistencia del esclavismo en la isla hasta tiempos muy
tardíos fue un factor decisivo para que la mayoría de la población, especialmente
los campesinos negros o mulatos, se sumaran a la rebelión.
En España, la popularidad de la guerra era
también prácticamente unánime. Sólo el Partido Socialista Obrero Español se
manifestaba contrario a ella. Y es que en Cuba confluían muchos sentimientos y
demasiados intereses económicos, especialmente catalanes. Muchas familias
cubanas y españolas se encontraban repartidas entre ambos territorios y no
deseaban en modo alguno perder su identidad española, sus vínculos nacionales
con España. Y de ahí que el problema cubano se sintiera en la Península como
propio y como próximo, hasta el punto de que cualquier solución que se diera
podía desatar auténticas tormentas políticas.
d. El
dilema de la guerra para España.
Tanto en Cuba como en España o en Norteamérica se era
consciente de que la guerra de independencia cubana podría desembocar en un
enfrentamiento directo entre España y los EEUU. El dilema era por tanto
terrible y casi irresoluble para nuestro país: o bien se iba a una guerra
segura contra los estadounidenses para defender lo que se suponía indefendible;
o, por el contrario, se corría el riesgo del enfrentamiento con el ejército
propio en el caso de vender, abandonar o entregar la isla, arriesgando además
lo que era intocable: la monarquía y el equilibrio constitucional tan
laboriosamente conseguido. Tampoco hay que excluir la posibilidad de que
estallara en España una nueva guerra civil: la última del siglo XIX.
4. EL DESARROLLO DE LA
GUERRA Y LA INTERVENCIÓN NORTEAMERICANA
a. Antecedentes
En 1868 comenzaron en Cuba los movimientos autonomistas,
cuando se produjo una sublevación popular dirigida por Manuel de Céspedes
(Grito de Yara) que dio comienzo a la lucha por la abolición de la esclavitud
en las
plantaciones e ingenios azucareros y por la autonomía política, similar
a la que en aquellos momentos defendían los republicanos federales en la
metrópoli. En la insurrección influyó el ejemplo y el estímulo de Norteamérica,
donde tras la guerra de Secesión había sido abolida la esclavitud.
Carlos Manuel Céspedes - El Grito de Yara |
Esta
guerra terminó en 1878 con la Paz de
Zanjón, en la que el general Martínez
Campos se comprometió a conceder a Cuba formas de autogobierno. En la zona
oriental de la isla se volvieron a dar conatos de lucha en la llamada “guerra
chiquita” que acabaron rápidamente por la falta de recursos. Surgió entonces el
Partido Liberal Cubano, que representaba a la burguesía criolla.
En Puerto Rico
se produjo un proceso parecido. Solamente que aquí sí se había conseguido la
abolición de la esclavitud en 1873, durante la I República.
Las
aspiraciones autonomistas de Cuba se frustraron en la década siguiente por
dos razones: la reacción de la oligarquía azucarera y el rechazo del Parlamento español al
proyecto de autonomía presentado en 1893 por Antonio Maura.
El Partido
Revolucionario cubano fue fundado en 1892
por José Martí, partidario de
la independencia. La propuesta de una ley de autonomía para Cuba en 1895 llegó
tarde y, a partir de ese año, la guerra se endureció bajo el liderazgo de José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo.
b. Desarrollo de la guerra: 1895-98
Se inicia el 24 de febrero de 1895 con el grito de BAIRE (¡Viva Cuba libre!),
donde apareció el intelectual José Martí quien dirigió a hombres como Máximo
Gómez o Calixto García. Los principales generales españoles fueron Martínez
Campos, Weyler y Blanco. La guerra fue dura y esta se debía en parte a la prisa
que había por terminar antes de que los norteamericanos intervinieran.
Martínez Campos fue enviado para sofocar el levantamiento,
pronto comprendió que la revuelta cubana no era un asunto de bandolerismo, sino
todo lo contrario: una sublevación más extensa que las anteriores y con
características revolucionarias, que contaba además con el apoyo de la
población campesina. Martínez Campos comprendió igualmente que con la sola
represión militar no podría solucionarse con el conflicto. Así, el 25 de Julio
de 1895 explicaba a Cánovas que le iba a resultar muy difícil ganar la guerra sin
reconcentrar a las familias desde los campos a las poblaciones, pero que
esto le obligaría a cometer unos actos que su conciencia le impedía realizar.
No queriendo pues afrontar esta responsabilidad presentó su dimisión,
aconsejando no obstante el nombramiento de un general duro.
Muy pronto la guerra obliga al estado español a realizar un
gran esfuerzo de leva entre los ciudadanos procedentes de las clases
trabajadoras, que no
pueden eludir el servicio militar mediante un sustituto o merced el pago de 2000 pesetas a Hacienda.
pueden eludir el servicio militar mediante un sustituto o merced el pago de 2000 pesetas a Hacienda.
Se sustituyó a Martínez Campos por Valeriano Weyler. Este
inicia una nueva táctica de guerra. Los mambises, dirigidos por Antonio Maceo y
Máximo Gómez, controlaban el campo cubano quedando sólo bajo control colonial
las zonas fortificadas y las principales poblaciones.
El Capitán General Weyler realizó una política de Reconcentración (concentrar a los campesinos en reservas vigiladas).Igualmente, Weyler compartimentó el territorio de la isla por medio de ”trochas”, o sea líneas fortificadas que impedían el paso de insurrectos, con lo que se facilitaba su
eliminación. Con esta política
pretendía además aislar a los rebeldes y dejarlos sin suministros. Estas
reservas vigiladas provocaron que empeorara la situación económica del país,
que cesó de producir alimentos y bienes agrícolas. Se supone que 200.000
cubanos murieron a causa de ellas. Esta situación radicalizó el proceso
independentista y el odio hacia el dominio español.
El Capitán General Weyler realizó una política de Reconcentración (concentrar a los campesinos en reservas vigiladas).Igualmente, Weyler compartimentó el territorio de la isla por medio de ”trochas”, o sea líneas fortificadas que impedían el paso de insurrectos, con lo que se facilitaba su
Caricatura de Weyler |
El asesinato de
Cánovas en 1897 hizo subir a Sagasta iniciándose una táctica blanda,
destituyendo a Weyler y nombrando a Blanco. Se le concedía a Cuba la autonomía,
la igualdad de derechos, el sufragio universal y autonomía arancelaria pero ya
era demasiado tarde puesto que los independentistas contaban ya con Estados
Unidos y se negaron a cerrar las hostilidades.
La insurrección en Filipinas comenzó por el descontento de ciertos
grupos indígenas con la Administración española y con el excesivo poder de las
órdenes religiosas. José Rizal fundó la Liga Filipina con un programa simple,
basado en la expulsión de los españoles, de las órdenes religiosas y en la
confiscación de sus latifundios para así, lograr la independencia. El general Polavieja
capturó y ejecutó a Rizal, pero un nuevo líder, Emilio Aguinaldo, mantuvo la
insurrección, obligando al gobierno español a enviar a nuevos contingentes al
mando del general Fernando Primo de Rivera.
c. La
intervención norteamericana: 1898
La intervención de los Estados Unidos se había producido
realmente antes, en forma de presiones para que España les vendiera la isla.
España se negó a la venta de la isla por múltiples razones, no siendo la menor
la posibilidad de que se provocara con ello un nuevo estallido de la guerra
civil, tanto en Cuba y en España, según se ha dicho.
Con el pretexto de defender los intereses de los ciudadanos
norteamericanos, el 25 de enero fondeó en la bahía de La Habana el acorazado
Maine sin haber avisado previamente de su llegada, lo que era contrario a las
prácticas diplomáticas tanto de la época como actuales. En correspondencia a
este hecho, el gobierno español envió al crucero Vizcaya al puerto de Nueva
York.
Acorazado Maine entrando en el puerto de La Habana |
A pesar de lo inoportuno de la visita, la población habanera
permanecía tranquila y expectante y parecía que el capitán general, don Ramón
Blanco controlaba la situación.
A las 21:40 del 15 de febrero el buque estadounidense fue
sacudido por una explosión y se hundió con la mayor parte de su tripulación. De
los 355 tripulantes, murieron 254 hombres y 2 oficiales. El resto de la
oficialidad disfrutaba, a esas horas, de un baile dado en su honor por las
autoridades españolas.
Sin esperar una investigación, la prensa sensacionalista
norteamericana publicaba al día siguiente “el barco de guerra Maine partido por
la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo”.
Los norteamericanos se negaron a formar una comisión conjunta
que averiguase lo ocurrido y cada parte investigó por su cuenta. Para los
españoles, la catástrofe se debió a una explosión interna del Maine, mientras
que los enviados de Washington aseguraban que la causa había sido por una mina
o torpedo. Con todo esto el presidente McKinley ensayó una solución pacífica:
la compra de Cuba por cien millones de dólares, con un millón de comisión para
cada político español que firmase la operación, pero Sagasta no
aceptó. Ante esta oferta España tentó soluciones diplomáticas pero no sirvió de
nada.
El 18 de abril de 1898 se reunieron el Congreso y el Senado
de los Estados Unidos y exigieron a España que abandonaran Cuba. Ante la
negativa española estalló la guerra que comenzó el 25 de abril.
En tierra, el ejército español era muy superior en número al
norteamericano, pero mal armado, mal abastecido y minado por las enfermedades
tropicales. A pesar de estas circunstancias batió con éxito a los insurgentes
cubanos y a las tropas norteamericanas en las lomas de San Juan, en las
proximidades de Santiago de Cuba, hasta el punto de diezmarlas y ponerlas en
trance de reembarcar y huir.
La armada española, llegada dese Canarias al mano del
almirante Cervera, era similar a la americana en cuanto al número de barcos,
aunque eran más ligeros que los norteamericanos y por tanto con un blindaje
mucho más débil. Aún así, el problema más grave era el armamento inadecuado de
los navíos de guerra, claramente inferior al norteamericano y de menos alcance.
Fue la de Santiago de Cuba una batalla naval desigual, un verdadero ejercicio
de tiro para los americanos que, en un plazo de dos horas, hundieron toda la
escuadra española y con ella la guerra terminaría. Cuba había quedado
definitivamente aislada de España, y tuvo que rendirse.
La destrucción de la flota hizo imposible la resistencia de
las tropas de tierra. Cuba se perdió definitivamente, y también Puerto Rico,
donde no existía rebelión alguna contra España.
Por otro lado, la anexión de Filipinas no figuraba entre los
fines de guerra declarados por Estados Unidos, pero fue auspiciada por Gran
Bretaña para impedir que cayera en manos de Alemania. Así, las islas Filipinas
se perdieron igualmente tras el desastre de Cavite, anterior al de Santiago de
Cuba. La escuadra española en Filipinas, mandada por el almirante Montojo, será
aniquilada por la escuadra del comodoro Dewey.
Como hecho anecdótico en esta guerra hemos de citar la
resistencia de un puñado de españoles -los últimos de Filipinas- que resistían
en una iglesia de la isla de Luzón (noroeste de Manila) un año después de haber
terminado la guerra. En este caso también los intereses norteamericanos
planeaban sobre las islas. En Filipinas estalló inmediatamente después de la
derrota española una guerra feroz contra los norteamericanos, de cuyo carácter
implacable hablan los 300.000 independentistas filipinos muertos en los enfrentamientos
con el ejército invasor norteamericano.
d. El Tratado de París
Por la Paz de París del 10 de Diciembre de 1898, nuestro país
tuvo que renunciar a Cuba y ceder Puerto Rico, Guam y las Filipinas a los
Estados Unidos. Aparte de estos territorios se confirmaba la soberanía española
en todos los territorios no mencionados en el acuerdo. Estos eran los tres
archipiélagos del océano Pacífico: las islas Marianas-excepto la de Guam-, las
Carolinas y las Palaos.
Sin embargo, este patrimonio apenas duró dos años en manos de
España. La venta de estas islas fue el último acto, muchas veces olvidado, de
la pérdida del imperio español. Como consecuencia del desánimo que había traído
tanta derrota y por iniciativa de Alemania, interesada en
mantener su pugna con las otras potencias coloniales, España entabló
negociaciones de venta de las Marianas, las Carolinas y las Palaos,
transacciones que se acabaron concretando en el tratado hispano-alemán del 30
de junio de 1899 por el que se establecía el pago de 20 millones de pesetas.
5. CONSECUENCIAS
DE LA GUERRA.
La derrota de 1898 sumió a la sociedad y a la
clase política española en un estado de desencanto y frustración: unos 600.000
soldados españoles perdieron la vida ( muchas muertes se debieron a
enfermedades infecciosas), gastos de la guerra (más de 2.000 millones de
pesetas), la subida de los precios de los alimentos, la privación del mercado
colonial, el parón de la industria catalana, etc. Para quienes la vivieron,
significó la destrucción del mito del imperio español, en un momento en que las
potencias europeas estaban construyendo vastos imperios coloniales en Asia y
África, y la relegación de España a un papel secundario en el contexto
internacional. Además, la prensa extranjera presentó a España como una nación
moribunda, con un ejército totalmente ineficaz, un sistema político corrupto y
unos políticos incompetentes. Y esa visión cuajó en buena parte de la opinión
pública española.
No obstante, el sistema
de la Restauración sobrevivió al desastre del 98. Los viejos políticos
conservadores y liberales se adaptaron a los nuevos tiempos y a la retórica de
la "regeneración" y el régimen mostró una gran capacidad de
recuperación. Tampoco hubo crisis económica a pesar de la pérdida de los
mercados coloniales protegidos (no sólo se perdía el tabaco, el azúcar, el
café y el cacao de las Antillas y Filipinas, sino que perdía mercados de
exportación cuya demanda había sido hasta entonces creciente, fue especialmente
grave el bache en el sector textil catalán) y de la deuda causada por la
guerra. Los productos antillanos fueron en parte suplidos por los canarios y se
intensificó el cultivo de remolacha azucarera en la Península y de caña de
azúcar en la costa del sur.
Es reseñable que a principios del siglo XX se producirá una
considerable inversión proveniente de capitales repatriados. En 1901 se funda
el Banco Hispanoamericano y el Banco Atlántico ambos exclusivamente con capital
repatriado. Así, la estabilidad política y económica que siguió al
"desastre" deja entrever que la crisis del 98, más que política o
económica, fue fundamentalmente una crisis moral e ideológica, que causó un
importante impacto psicológico entre la población.
Por otro lado, los movimientos nacionalistas conocieron
una notable expansión, sobre todo en el País Vasco y en Cataluña, donde la
burguesía industrial comenzó a tomar conciencia de la incapacidad de los
partidos dinásticos para desarrollar una política renovadora y orientó su apoyo
hacia las formaciones nacionalistas, que reivindicaban la autonomía y prometían
una política nueva y modernizadora de la estructura del Estado.
Se produjo además el crecimiento de un antimilitarismo
popular. El reclutamiento para la Guerra de Cuba afectó a los que no tenían
recursos, ya que la incorporación a filas podía evitarse pagando una
cantidad en metálico. Esta circunstancia, unida al espectáculo de la
repatriación de los soldados heridos y mutilados, incrementó el rechazo al
ejército entre las clases populares. El movimiento obrero hizo campaña contra
este reclutamiento injusto, lo que provocó, a su vez, la animadversión de los
militares hacia el pueblo y las organizaciones obreras.
6. LA CRISIS DE 1898 Y EL MOVIMIENTO
REGENERACIONISTA
De la
derrota surgió una nueva idea y un nuevo impulso: la modernización de España.
Para todos, la causa fundamental del desastre estaba en el retraso del país con
respecto a los países del entorno. En este contexto, se instaló en España el movimiento regeneracionista. Este
movimiento se puede definir como el movimiento ideológico que hace culpable a
la Restauración de todos los males de la sociedad y propugna la necesidad de
una modernización política, económica y social. Modernización que europeizaría
a España.
El
movimiento regeneracionista fue liderado por una serie de intelectuales entre
los que destacan Lucas Mallada, Macías Picavea, la Generación del 98 y sobre todo Joaquín Costa.
Joaquín
Costa propugnaba la necesidad de modernizar España y olvidar las viejas glorias
del pasado (“escuela, despensa y siete llaves al sepulcro del Cid”). Pretendía
sustituir la política del régimen de la Restauración, que favorecía a la
oligarquía, por otro que lo hiciera a las clases medias. Entre sus propuestas,
cabe destacar:
1.-
El reparto de la tierra, la restauración de la antigua práctica española del
colectivismo agrario eliminado con las desamortizaciones.
2.-
La construcción de grandes obras hidráulicas, capaces de aliviar la agricultura
de un país con precipitaciones
escasas, irregulares y mal repartidas
territorialmente.
3.-
La extensión de un programa educativo, acompañado de la construcción de
escuelas que lograran sacar a las masas
de su tradicional ignorancia.
El desastre dio cohesión a un grupo de intelectuales
(Unamuno, Baroja, Machado, Azorín…) conocido como “Generación del 98”
que produjeron una “literatura del Desastre”, que era una autocrítica nacional.
Esta generación
centró sus esfuerzos en la necesidad de recuperar el pulso
perdido y de modernizar el país.
Destacaba en ellos su profundo pesimismo y su crítica frente al atraso
peninsular; plantearon igualmente una profunda reflexión sobre el sentido de
España y su papel en la Historia.
Generacion del 98 |
El regeneracionismo también va a
afectar a la vida política diaria. La crítica al sistema de la Restauración y
al caciquismo que impedían la modernización de España era común; ahora bien, la forma de conseguir esta modernización
variaba tanto como las distintas opciones políticas existentes.
Podemos establecer una doble visión; la
primera: surgida dentro del mismo régimen, partidaria de la revolución desde
arriba (partidos dinásticos); la segunda, partidaria de la revolución desde
abajo, defendida por los republicanos y los socialistas. Así:
A) Los Partidos
dinásticos. Silvela, Maura (ambos conservadores) y Canalejas (liberal) se
van a convertir en el prototipo de políticos regeneracionistas, intentando
hacer “una revolución desde arriba” luchando contra el caciquismo.
B) Los Nacionalismos
periféricos. Achacaban al estado liberal centralista
la culpa de los males que asolaban España. Los catalanes especialmente, y en
menor medida los vascos, empezaron a contemplar la autonomía como parte
integral de la regeneración de España y de las reivindicaciones propias. Por
otra parte, estos nacionalistas catalanes se van a implicar tanto en la
regeneración de España, que van a formar parte de los gobiernos centrales como
hizo Cambó.
C) Los Republicanos.
Al igual que los nacionalismos periféricos, tendrán a partir de este momento un
gran desarrollo político. Culpaban de la situación de España a la monarquía y defendían una
república como el sistema de gobierno que posibilitaría la modernización.
D) El movimiento
obrero. También
tuvo un gran desarrollo y acusaban a la monarquía y a los partidos dinásticos
de las pésimas condiciones de vida de los trabajadores. Reclamaban un nuevo
sistema de gobierno más acorde con los intereses de la clase trabajadora.
C) Los militares.
Tras el desastre el ejército, en su conjunto, se derechizó; inclinándose hacia
posiciones conservadoras o autoritarias y abandonando las tendencias populistas
y republicanas que había tenido en el siglo XIX. El divorcio ejército-sociedad
se gestó a raíz del desastre del 98, pues culpaban al sistema parlamentario de
todos los males de la nación. Este alejamiento entre el ejército y la sociedad
tendrá su continuidad en la Semana Trágica, la triple crisis de 1917 y el
desastre de Annual, desembocando en la dictadura de Primo de Rivera.
7. CONCLUSIONES
Como ya se ha dicho, a finales del siglo XIX España había
quedado bastante rezagada en lo que a industrialización se refiere de otras
potencias mundiales. En consecuencia, en un tiempo en que estas potencias se
lanzan con frenesí al reparto del mundo. España no sólo no participará en él
sino que perderá los últimos restos del gran imperio que una vez poseyó.
Tras la derrota en España se instalará un clima moral no ya
pesimista sino catastrofista pues en un principio el gobierno no sabe realmente
cuantos territorios tendrá que ceder. A pesar de ello, el turno de partidos y
las viejas prácticas políticas mostraron su capacidad para amoldarse a
cualquier intento de cambio y de regeneración. El sistema de la Restauración
había recibido un duro golpe, pero había sobrevivido casi intacto al desastre.
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